20 mayo, 2012

El modelo económico actual es claramente nocivo para cualquier área de la actividad humana salvo para la puramente económica o financiera.

Hay inquietudes que surgen en momentos como los de hoy día cuando obras maestras como El Grito de Edvard Munch alcanzan cifras estrambóticas en un mercado, que de amplitud y apertura no tiene nada, sino que es estrictamente elitesco. Pero las preocupaciones no son solo por la cantidad por la cual se la llevó el comprador (unos 120 millones de dólares). El grito fue distinto: quién sabe en qué sala quedará, lejos de muchos que quisieran verla. Lejos, mejor dicho, de las paredes de un museo.

El arte hoy día, sobre todo en Europa, ha logrado mimetizarse de un modo tan sutil, dentro del sistema mercantil que predomina en nuestros tiempos, que llega un momento en que, pensar en coleccionar arte suena como una actividad absurda e ilógica, sobre todo si la comparamos con el costo que alcanzan las obras contemporáneas en el actual sistema de galerías donde se subastan las obras. En este escenario entraría muy acorde la frase de Ana M. Preckler sobre el absurdo: "el absurdo es aquello que rompe la línea de la lógica vital, que distorsiona el equilibrio de lo sensato, que trastorna el orden de los usos adquiridos". Y es que pensar en la función del museo y compararla con los métodos mercantilistas con que operan las galerías privadas, es simplemente un trastorno a la lógica vital de la cultura. El arte entonces, ¿esta asumiendo posturas Neo liberales; está infiltrándose en el sistema económico capitalista?.

Miguel Brieva (humorista español, 1974 ) en una entrevista respondiendo a la pregunta sobre si ¿Creia que el modelo económico actual es nocivo para la expresión artística? afirmaba que: El modelo económico actual es claramente nocivo para cualquier área de la actividad humana salvo para la puramente económica o financiera, o la del ejercicio abierto de la violencia. Y es que "en el terreno de la imaginación, el cómputo es muy desalentador".

Los museos mantienen una característica especial que es la de ser instituciones sociales.
 Son espacios que conservan y difunden los patrimonios de la comunidad. Están a su servicio. El museo debe aspirar a ser un espacio donde el patrimonio, tangible o intangible, este constantemente resignificando y contextualizando las manifestaciones artísticas que se gestan a su alrededor, y generando sentidos de pertenencia, convirtiendo estos referentes simbólicos en identidad. Una definición que encontramos en el manual sobre las normativas técnicas de museos (Caracas, 2005) nos da una definición muy concisa y amplia de lo que es, o por lo menos debería aspirar a ser un museo: “es un espacio que ha evolucionado a lo largo del tiempo, adquiriendo una dimensión social fundamental hasta el punto que prácticamente no se entiende la institución museística si ésta no está al servicio de la sociedad”. Además el Consejo Internacional de Museos (ICOM), organismo asociado a la UNESCO, resalta que un museo es “una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe, con propósito de estudio, educación y deleite, la evidencia material de los pueblos y su medio ambiente.

Sin embargo hay una actividad paralela que se mueve junto a este proceso museológico de resguardo patrimonial, como afirma el Lic. Oscar Llanes Gómez (Periodista y promotor cultural cubano): el museo juega un papel de legitimación; la obra comienza a tomar niveles de valoración altos. En cada nivel de legitimación, la obra artística duplica o triplica su precio -que asciende por cada nivel- esto aunado por el apoyo a través de un trabajo promocional y de conformación de mercado que es regulado por los marchantes y galeristas del mercado. Una vez reconocido por los museos de más importancia, la obra es manejada por las galerías internacionales y comienza a participar en Ferias y Subastas que continuamente revalorizan sus precios. El mercado en este nivel tiene como clientes potenciales a los grandes museos y los buenos coleccionistas privados, luego la obra del artista va a parar a las subastas de las galerías privadas, estas obras puede que no vuelvan a los museos durante mucho tiempo, ya que los compradores -que pagan altos precios por esta obra- la resguardan en lugares privados, solo aquellas que retornan a los museos dejan luego de ser inaccesibles para estos compradores, hasta que por motivos oficiales sea de nuevo subastada; volviéndose entonces, toda esta actividad artística, en un circulo vicioso en el que ya, inherentemente, estamos inmersos.

JSs' Gómez.

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